3.3.05

Los hombrecitos de Flores (III): La leyenda


Siempre he sido intransigentemente escéptico con las leyendas y la mitología. Pero ésta promete. Ahora veréis.
Como guinda del pastel a los hallazgos de Flores, resulta que en la isla circula la leyenda de unos hombrecitos pequeños y peludos. Les llaman Ebu Gogo (literalmente significa "la abuela que come de todo"). Los detalles anatómicos de estas criaturas son fascinantes: se dice que estos hombrecitos miden cerca de un metro, son barrigudos y tienen las orejas ligeramente despegadas. Sus brazos y sus dedos son largos. Son capaces de subir a árboles delgados, caminan torpemente y hablan con unos murmullos incomprensibles. Y que Ebu Gogo puede repetir lo que le dicen los humanos, como si fuera un loro.
reconstruccion de Homo floresiensis


Independientemente de si los hallazgos de Liang Bua representan la nueva especie Homo floresiensis o si son una población de Homo sapiens extremadamente pigmea y con un individuo microcéfalo, hay coincidencias con la leyenda: la talla es la misma, y también coinciden las proporciones de brazos y dedos.

Esto que viene ahora lo explica Richard Roberts, uno de los descubridores de Homo floresiensis: "Uno de los abuelos de Flores cuenta que los Ebu Gogo comen cualquier material, y -si tienen oportunidad- hasta carne humana. Que si les das de comer en un plato, se comen hasta el mismo plato" (hay que aclarar que normalmente los platos en Flores están hechos de calabaza).

Sigue Richards: "Los nativos cuentan que los Ebu Gogo esquilmaban las cosechas de los habitantes de Flores, y ellos lo consentían. Hasta que se llevaron -y se comieron- uno de sus bebés. Los nativos, enfadados, persiguieron a los minúsculos ladrones hasta su guarida, una cueva situada en un acantilado al pie de un volcán. Los perseguidores les dieron un fardo de paja, que los Ebu Gogo aceptaron encantados. Unos días después, los nativos volvieron a la cueva, esta vez para "ofrecerles" otro fardo de paja, pero éste lo encendieron y lo extendieron por la cueva. A los Ebu Gogo, chamuscados pero no quemados, no les quedó más remedio que salir pitando de la cueva, y fueron vistos por última vez dirigiéndose hacia el oeste, en dirección... a la cueva de Liang Bua"!!! (Liang Bua es el lugar donde se encontró Homo floresiensis).
Más detalles. Las mujeres Ebu Gogo tienen los pechos extremadamente colgantes, tan colgantes que se los pueden colgar a los hombros. Cuando Richard Roberts preguntó a los nativos si se habían cruzado sexualmente con los Ebu Gogo, lo negaron rotundamente. Pero le dijeron (probablemente en broma) que los de una aldea cercana seguramente sí que lo habrían hecho, pues las mujeres de esa aldea tienen los pechos muy grandes.

Se niega que se haya visto nunca los Ebu Gogo portando útiles de ningún tipo, lo que contradice la tesis de Roberts y sus compañeros respecto a Homo floresiensis.
La leyenda de los Ebu Gogo cuenta que estos seres fueron suplantados poco a poco por los actuales pobladores cuando llegaron a Flores. De hecho, se afirma que aún había Ebu Gogos en el momento en que los primeros colonizadores occidentales -holandeses para más detalle- desembarcaron en Flores hace 300 años. La última vez que se les vió fue hace unos 100 años.

De momento, nadie sabe si estas creencias no son más que mitos parecidos a los de otros pueblos que tienen figuras de seres diminutos en su tradición (elfos del folklore germano, por ejemplo). O si son la memoria oral de Homo floresiensis. Aunque si realmente éste se extinguió hace 13.000 años -como aseguran los autores del hallazgo-, es muy improbable que se haya conservado una tradición oral tan detallada y concreta.

Cuando hace 10 años un investigador holandés llamado Gert Van den Bergh oyó por primera vez estas historias sobre los Ebu Gogo -los detalles de la cual no difieren en exceso entre las diferentes aldeas- pensó que no se trataba más que de tradiciones fantásticas. La cosa cambió radicalmente cuando apareció Homo floresiensis. Ahora ,al menos alguno de sus descubridores barajan la idea de que esos mitos tengan una base real.
Los próximos proyectos de los investigadores van encaminados a explorar la cueva donde se cuenta que se escondieron los Ebu Gogo tras raptar al bebé. Si tan sólo se encontrara un pelo, podríamos determinar por ADN qué parentesco tienen con nosotros, y con los actuales habitantes de Flores. De hecho, en la cueva de Liang Bua ya se han encontrado unas acumulaciones de pelusa que podrían contener ADN de Homo floresiensis, y que están siendo analizadas en laboratorio (también se está intentando determinar el ADN de los mismos huesos).
Y lo más sorprendente: ¡
se considera la posibilidad de que todavía quede algún grupúsculo Ebu Gogo perdido en algún escondido rincón de la espesa selva de Flores!
¡A ver si no estaremos solos!!
Ya veremos en qué acaba todo, si tengo que volver a mi legendario escepticismo... o me lo envaino.

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